-No, no -me responde, esquivando baches y febriles peatones-, es el prototipo de un thin client , una computadora que se conecta a la red y obtiene todo de allí, desde el sistema operativo y las aplicaciones hasta la administración. Hemos descubierto que la mayoría de las personas tiene serias dificultades para gestionar sus sistemas y, sobre todo, para lidiar con virus y piratas informáticos.
Esta es una idea que Sun presentó orgullosamente en Nueva York hace más de diez años y que nunca prosperó, pero que es cada día más prometedora, a medida que los anchos de banda y la conectividad móvil evolucionan. En su carácter de evangelizador, Jon está dando a conocer esta iniciativa y fue el principal orador en la Conferencia Internacional del Software Libre, que se realizó esta semana en la Argentina.
Altri tempi
Para cuando llegamos al restaurante (el hombre aún no ha almorzado) cambiamos de tema, recordando los buenos viejos tiempos de los inicios de Linux, durante los primeros años de la década del 90. Una época en la que para hacer andar una tarjeta de video necesitabas editar el código del controlador.
-Una de las razones por las que uno tenía que ajustar el código en aquella época era que usábamos el bus ISA, y cuando insertabas una tarjeta de video en un bus ISA la placa decía "¡Hola, aquí estoy!" "Genial -respondía el kernel-, pero, ¿quién sos?" La tarjeta entonces contestaba: "¡Hola, aquí estoy!" El kernel le decía: "Sí, ya veo, ¿pero quién sos?" A lo que la placa respondía: "¡Hola, aquí estoy!" Y así.
"Cuando comprabas una computadora en un negocio, alguien ya se había ocupado de ajustar Windows para eso, pero si instalabas Linux en aquellos días tenías que hacerlo vos."
Mientras pide ayuda para elegir algo de la carta y me cuenta que anoche (por el domingo) ha bebido excelentes vinos y whisky en la casa de un amigo, me hago un retrato mental de Maddog, siempre más a mano que una foto.
-¿Bebiste mucho anoche? ¿Estás en condiciones para hacer el reportaje? -bromeo. Se ríe y me dice:
-En realidad, no mucho, porque soy diabético. Así que sólo puedo beber muy moderadamente -me responde el hombre con un arito de oro en la oreja derecha, otros dos como de diamante en la izquierda, chaleco de lana, camisa celeste y una corbata roja con pingüinos estampados. No cualquier pingüino, desde luego, sino el hoy archifamoso Tux, la mascota de Linux.
Mi propósito, para este reportaje que tenía programado durar media hora, pero se extenderá durante más de 40 minutos gracias a un poco de buena mala suerte -toda la agenda de Hall se ha atrasado y me encuentro, pues, invitado a almorzar de forma inesperada-, es conocer su opinión sobre el destino que podría aguardarle a OpenOffice , luego de que Oracle adquiriera Sun Microsystems.
Tras ordenar pollo a la parrilla, una ensalada de lechuga y tomate y una Coca-Cola Light, Hall me dice que las cosas que ha hecho Larry Ellison, fundador y CEO de Oracle, le han hecho perder la buena voluntad de la comunidad del software libre. Por ejemplo, cancelar el sistema operativo OpenSolaris a la vez que basar futuras versiones comerciales de Solaris 11 en aquél ( http://blogs.everycity.co.uk/alasdair/2010/08/opensolaris-is-now-officially-dead-rip/ ; http://www.channelregister.co.uk/2010/08/13/opensolaris_is_dead/ y http://blog.internetnews.com/skerner/2010/08/opensolaris-is-not-dead-yet.html ).
-Creo que todo esto es un llamado de atención para la comunidad del software libre. Es decir, que una empresa o un individuo que nos dan su apoyo un día pueden ya no estar.
-¿No lo vieron venir de Larry Ellison?
-No. Lo podríamos haber esperado de IBM u otras compañías, pero no de Oracle.
La espina de Ellison
-Mi principal pregunta, Jon, es sobre OpenOffice . Es una de las joyas del software libre, estable, completo, con formatos de archivo abiertos, y permite un altísimo nivel de productividad con costo cero para el usuario..., y ahora está en manos de Oracle, lo mismo que el ahora difunto OpenSolaris .
- OpenOffice es un asunto diferente de OpenSolaris . ¿Por qué? Porque Ellison odia a Microsoft, hará cualquier cosa para clavar una espina en el costado de Bill Gates.
-Pero desde ahora OpenOffice tendrá una espada de Damocles pendiendo sobre su futuro. ¿Está la comunidad considerando liberar esta suite de oficina de Oracle, por ejemplo creando un fork ?
(Un fork es, en la jerga del desarrollo de software, una rama nueva que se crea a partir de un proyecto. Dado que el software libre ofrece -debe ofrecer- el código fuente de los programas, los forks son frecuentes.)
-Creo que es lo que la comunidad está buscando, y sería de ayuda que otras empresas que se están beneficiando con OpenOffice den un paso al frente y contribuyan, aunque sea un poco, al proyecto. Digamos que IBM, HP, Dell y otras aporten un poco de dinero al desarrollo de OpenOffice . Por otro lado, realmente no sé cuántas personas en Sun estaban colaborando con el proyecto OpenOffice y cuántas con StarOffice . Si OpenOffice no tenía demasiado soporte de parte de Sun, entonces será más fácil que salga un fork .
StarOffice era un paquete de aplicaciones de oficina creado por StarDivision, empresa alemana fundada en 1984. Recuerdo que usaba esa suite en OS/2 Warp, hace quince años. En 1999 Sun Microsystems adquirió el software y liberó el código fuente. Sun continuó vendiendo el StarOffice mientras apoyaba la versión libre OpenOffice . Lo que Maddog sugiere es que, en rigor, Sun no le dedicaba demasiados recursos al OpenOffice , por lo que su vida como proyecto independiente no es impensable.
-Es muy malo imaginar que pueda esperarle la misma suerte que a OpenSolaris.
-Bueno, mucha gente lo usa y en ese sentido ocurre lo mismo que con Linux: no existe la posibilidad de que desaparezca. Los días en que se amenazaba con que el software libre podía desaparecer por cuestiones de patentes son historia. Hay demasiada gente que depende del software libre ahora, de modo que si se detuviera su disponibilidad, habría ramificaciones. Quiero decir, el FBI usa software libre, las fuerzas armadas norteamericanas usan software libre. ¿Qué les van a decir? ¿Qué Linux no se distribuye más? Esos tiempos no volverán.
Patentes insensatas
-¿Cómo afectan las leyes de patentes al futuro del software libre?
-En Estados Unidos y otros países es extremadamente simple obtener una patente, la meta es no poner obstáculos para que las personas patenten algo. Ahora, hay varias instancias luego de eso en que se puede determinar que una patente es estúpida. Por ejemplo, cuando el que tiene esa patente decide demandar a alguien y entonces el juez establece que la patente es insensata. Y también hay una cuestión relacionada con el tiempo. Suponé que pasaron 80 años desde que algo se patentó. Quizás en su momento era una buena idea, una idea noble, pero tal vez ahora ya no es ni buena ni noble; en ese caso la patente se anula.
"El problema es que muchas pequeñas empresas e individuos que producen software libre pueden no tener los recursos de tiempo y dinero que requiere todo el proceso que lleva a verificar si la patente aplica o no, por lo que es posible que terminen cediendo y paguen una pequeña suma por la patente.
"Hubo una época en la que creí en las patentes de software, pero con el tiempo cambié de opinión. Es imposible que un programador evite usar alguna de las 60.000 patentes de software que existen en Estados Unidos hoy. Es un poco como si al terminar de pintar la Capilla Sixtina apareciera Leonardo y le dijera a Miguel Angel: Está muy bueno tu fresco, pero tenés que hacerlo toda otra vez, porque yo tengo la patente sobre ese tipo de pincelada. ¿Cuál tipo de pincelada? , pregunta Miguel Angel. Ese , y señala para cualquier otro lado. Da lo mismo hacia dónde apunte Leonardo, porque en pintura todas son pinceladas. En software es igual.
"Lo cierto es que los únicos que hacen dinero con las demandas por patentes de software son los abogados, y los que terminan pagando por ellas son los usuarios. Así que yo tengo una solución para esto: deshagámonos de las patentes de software. De esa forma, los que escriban software libre y los que contribuyan con proyectos de esa clase no tendrán que preocuparse por ser demandados.
-¿Te referís a eliminar por completo las patentes de software?
-Exacto. Por supuesto, esto debe hacerse correctamente y llevará tiempo. Pero de entrada podemos dejar de registrar nuevas patentes de software. Luego, sugeriría dos cosas: una revisión de las patentes existentes, para reducir el número de demandas estúpidas, y el retiro acelerado de las ideas más razonables. El motivo por el que no podemos eliminarlas de inmediato es que hay gente que ha invertido dinero en adquirir patentes y cuentan con obtener un retorno de esa inversión, así que tenemos que ser cuidadosos al eliminarlas.
"El copyright es completamente diferente. Uno sabe si está robando algo escrito por otro. ¿Pero patentes? ¡Cómo saber si estás infringiendo alguna a menos que revises las 60.000 patentes existentes!"
-Trazás una línea muy clara entre patentes de software y copyright.
-Sí, y éste es el punto en el que disentimos Richard Stallman (fundador de la Free Software Foundation; www.gnu.org ) y yo. Richard no cree que exista el derecho de propiedad intelectual. Su argumento es que cuando robás una bicicleta estás quitándole a la persona la posibilidad de usar esa bicicleta, mientras que si copiás código fuente la otra persona sigue pudiendo usar el software, porque sólo hiciste una copia. Mi postura es que si alguien escribe o crea algo, entonces tiene el derecho de decidir qué hacer con eso. Puede decidir si lo vende, lo regala o lo cambia.
Ahí nos pondremos a hablar sobre Richard Stallman, a quien ambos respetamos y admiramos, pese a discrepar en algunas de sus visiones. Como quiera que sea, Stallman es una figura clave en la existencia de Linux, Apache , OpenOffice , Firefox y muchas otras piezas de software que hoy emplean cientos de millones de personas. Además, su contribución fue por el bien común, no para abultar su capital. Otro sería el mundo si tuviéramos más gente como él.
La guerra y la paz
-Antes de irme quiero preguntarte algo que te han preguntado cientos de veces...
-Por qué me llaman Maddog.
-Obviamente.
-¿Quieres la versión breve o la extensa?
-La extensa, me encantan las historias y tenemos un rato todavía.
-Estás mirando a alguien que tiene 60 años, pero cuando tenía 27 y estaba enseñando en una pequeño instituto técnico [el Hartford State Technical College] no tenía demasiado control sobre mi temperamento. Pues bien, un día estaba tratando de hacer algo con la computadora. No lo podía conseguir ni sabía qué estaba ocurriendo, porque era código fuente cerrado, pero seguí intentando a medida que la ira crecía en mí. Más trataba, más aumentaba mi ira. Y más. Y más. Hasta que en un momento me quebré y busqué lo que tenía más cerca. En esa época usábamos unas impresoras enormes. Tomé la cesta para papel, la levanté en el aire y la arrojé contra una pared con tanta fuerza que saltó un pedazo de concreto. Los alumnos vieron todo, me oyeron gritar y arrojar cosas. Pero eso no fue suficiente para que empezaran a llamarme Maddog.
-La segunda vez fue cuando tuve que hacer actualizar el sistema operativo de la computadora, una Digital. Era la única que teníamos, así que preferí contratar a un programador, pese a que no tenía el presupuesto para pagarlo. Nos cobraba 400 dólares la hora, y debíamos contratarlo por un mínimo de 4 horas. Y eso es de una época en la que 400 dólares era mucho más que ahora. Así que, bueno, estoy sentado en mi oficina, con una ventana delante de mí con vista al laboratorio de computación, y llega este muchacho que parecía tener 22 años, se sienta, extrae el manual del equipo, lo abre en la primera página y se pone a leerlo. "¡Gracias por adquirir el sistema operativo de Digital!" Yo estaba tan enojado de ver que este sujeto abría el manual en la página uno y se ponía a leerlo mientras nosotros le pagábamos 400 dólares la hora (un dinero que no teníamos) que no recuerdo lo que siguió. Mis alumnos me dijeron que hice esto: salí de mi oficina, caminé en puntillas hasta el programador, lo agarré del cinturón y del cuello de la camisa, lo levanté en el aire, lo arrastré por pasillo, lo arrojé al piso y le grité: "¡No vuelvas nunca más acá a leer manuales en mi tiempo!"
La entrevista continua: La Nación
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