En cambio, el usuario supera su ser a través de la herramienta, ya sea robot, autómata, martillo, cuña, automovil o sistema operativo multitarea.
Por otro parte, la creatividad es un asunto personalísimo, independiente de herramientas, simples o complejas, físicas o virtuales. Sin embargo, la creatividad requiere un estímulo para salir a la luz. En este sentido paso a transformar la pregunta que nos trae aquí por esta otra más precisa: ¿qué tipo de software estimula más nuestra creatividad?
Para responder esa pregunta debemos entender, en términos generales, cuáles son esos estímulos. Considero que podemos reducirlos a dos imprescindibles y coexistentes: funcionalidad e interfaz. De esta manera, de poca utilidad resulta un software de extraordinarias funcionalidades cuando su interfaz es inadecuada, cuando es vez de abrirle camino a la creatividad la obstaculiza con una neblina de dificultades para el entendimiento. Y al revés, si son pobres las funcionalidades del software —en cantidad y calidad de implementación—, una bella y bien pensada interfaz no pasa de ser un adorno superfluo.
Esas leyes no son absolutas. Con una pobre interfaz el hacker auténtico —ser creativo como pocos— es capaz de crear maravillas. Con pobres funcionalidades también. O ambas.
Llegados a este punto, me parece que podemos acordar que el software que estimule en mayor medida nuestra creatividad es aquel que maximice tanto la capacidad de una interfaz para allanar el camino hacia nuestros objetivos, como la riqueza de posibilidades de cada una de sus funciones.
Es tiempo de precisar aún más la pregunta inicial y concluir: abierto o cerrado, ¿qué tipo de software ofrece mejor interfaz y mayor funcionalidad para estimular nuestra creatividad? Creo que tengo una respuesta para el caso general. Los particulares merecen otro espacio para su análisis; Gimp vs. Photoshop, Linux vs. Windows, y así.
He llegado a la conclusión de que el software libre tiene más probabilidades de estimular positivamente nuestra creatividad que el software que no lo es —el de código cerrado o con restricciones—. Me baso en razonamientos como los que acabo de exponer, no en ideologías —que las tengo, sí—. Noten que el uso de “probabilidades”.
Y, ¿qué inclina la balanza a favor del software libre? El código fuente y su licencia de uso, como seguro han adivinado.
En términos generales ambos tipos de software son equiparables en funcionalidad e interfaz. Pero si consideramos que el código fuente suma funcionalidad y que en sí mismo es una interfaz —de programación, o API—, entonces la balanza se inclina hacia el software libre. Si además agregamos una licencia que promueve la distribución y evolución del software de forma colectiva, el peso del software libre a favor de la creatividad de sus usuarios sobrepasa con creces al software privado.
¿Algún ejemplo tangible? Kinect. Si bien es una tecnología propiedad de Microsoft pensada para una consola de videojuegos, hoy en día es un gadget impresionante, independiente de la Xbox, gracias a la publicación de un driver de código abierto que catalizó la creación de decenas de aplicaciones impensables, estimulantes, increíbles para ese hardware. Basta revisar KinectHacks.net para saberlo. De hecho, la fuerza de esa creatividad colectiva empujó al gigante Microsoft a publicar un kit de desarrollo oficial.
Kinect ya ofrecía una buena interfaz y funcionalidades destacadas. El código abierto para experimentar con el gadget sólo fue el alimento que aceleró el crecimiento de un ecosistema de nuevas aplicaciones. Y más aún la libre distribución de esos hacks o ideas creativas entre una comunidad.
No sé si mi conclusión y razonamientos son definitivos. Son los que tengo por ahora y pienso que es buen tiempo para compartirlos. ¿Qué opinan ustedes?
Por: Por Alan Lazalde (http://alt1040.com)
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