Una crisis de tipo social lleva a los ciudadanos de una comunidad, una provincia y una nación a confrontarse, provoca miedo, incertidumbre e inacción, pero además paraliza el desarrollo. Sin embargo, como toda crisis debe verse también como una oportunidad. Las crisis sociales trascienden a las personas, son cambios profundos en las estructuras y para nadie es un secreto que Costa Rica entró en esa espiral de trasformaciones hace un par de años, pero no hemos podido escribir una nueva hoja de ruta.
Es común escuchar a la gente decir, este país está estancado vamos a tocar fondo ya no hay salida, qué cansado con los malos gobiernos hay que tomar la justicia con las propias manos la policía no sirve todo mundo es corrupto de por sí acá todo se lo roban y así un sinfín de frases más en connotaciones negativas.
Esa percepción de que todo está mal, que el país no avanza y que pronto estaremos en ruina, no nos favorece a ninguno.
Lo cierto es que en medio de tantos cambios que afronta el mundo y por ende nuestro país, los costarricenses hemos dejado de actuar responsablemente, evadiendo nuestras responsabilidades como ciudadanos, creemos que los gobiernos de turno son los únicos actores en la resolución de los conflictos.
En las últimas décadas nos convertimos en ciudadanos inertes pero exigentes y eso es incorrecto. Por ejemplo, no votamos en las elecciones municipales con el pretexto que nada hacen esas autoridades o que son desconocidos los candidatos, no ejercemos tampoco el derecho al voto en las elecciones presidenciales porque ya llegamos al extremo de pensar y decir que no nos interesa. No participamos en grupos vecinales, no queremos ser líderes comunales, pero sí criticamos y exigimos.
Esta omisión es imperdonable y nos tiene parados al borde de un abismo de grandes dimensiones, que nos obliga a meditar cuán responsables somos de cara a la crisis que afronta Costa Rica.
Estamos seguros que repensar nuestro papel de ciudadanos es un ejercicio urgente de hacer, esa introspección personal es necesaria. Ya es hora de dejar de quejarse y actuar.
Hay herramientas valiosas en nuestra institucionalidad que podemos accionar si estamos descontentos y el movimiento “Territorios Seguros” es el ejemplo más claro de una participación activa, responsable y directa.
Este grupo de ciudadanos logró que la Sala IV fallara a favor de hacer pública la lista de los grandes contribuyentes de la hacienda pública, gracias al trabajo en equipo se logró lo impensable.
Bueno, ahora van por más y pidieron que se otorgue el monto que tributan esos grandes pues todo parece indicar que hay muchos que buscan las formas más ingeniosas para evadir al fisco.
Territorios Seguros nació hace varios años como respuesta a los problemas de inseguridad ciudadana y violencia en el cantón de Pococí, Limón.
Don Carlos Campos, es el promotor de esta iniciativa que nace para pedir respuestas a las entidades del Estado que se duermen ante los reclamos ciudadanos.
Este señor revivió el concepto de participación ciudadana y revolucionó en la forma de pedir cuentas a los representantes. Esta organización es hoy líder a nivel nacional, enseñando a los ciudadanos cuáles son sus responsabilidades, pero ante todo como ejercerlas con respeto y contundencia.
Territorios Seguros está reeducando, mostrando a la gente que debe tener un papel protagónico en la toma de decisiones, en la fiscalización la función pública y en la tramitación de información de índole público.
Don Carlos lo ha explicado varias veces: pretendemos romper con lo que se les ha enseñado a los costarricenses desde niños; que los funcionarios públicos y autoridades están sobre el ciudadano y este tiene que suplicarles a los primeros por la concesión de sus derechos.
Aquella idea genial que arrancó en cantón limonense hoy se replica en muchos otros lugares como Talamanca, La Unión, Osa, Los Santos, Nicoya, Sarapiquí, Limón Centro, Guácimo, Aserrí, Heredia, Santa Cruz y San Carlos. Hay algunos de estos movimientos que trabajan para consolidarse.
Una gran cantidad de instituciones públicas como la Fiscalía General de la República, el ICE, las universidades Nacional y de Costa Rica, el Ministerio de Salud, la Fuerza Pública, la Corte Suprema de Justicia, colabora con estas organizaciones, entendiendo que la unión hace la fuerza y el apoyo de los ciudadanos es fundamental. Entendemos que hay otras que se resisten a dar cuentas, pero eso debe variar.
Ojalá muchas otras comunidades pudieran emprender este tipo de movimientos y entender que solo así el gobierno y, el Estado como tal, podrán funcionar en concordancia.
Bien lo dijo el ingeniero estadounidense y padre del software libre, Richard Stallman: El deber de un ciudadano es no creer en ninguna profecía del futuro, sino actuar para realizar el mejor futuro posible.
fuentes:diarioextra.com
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