Cambiar de una distribución de Linux a otra, conocido como distro-hopping, es algo común entre los entusiastas del software libre. Durante casi un año, estuve saltando de una distro a otra, sin poder quedarme con una por más de una semana. Aquí te cuento cómo encontré la distribución perfecta para mí y por qué dejé de cambiar de sistema operativo constantemente.
Por qué empecé a cambiar de Distribución
Antes de conocer Linux, siempre sentí que los sistemas operativos convencionales no cumplían del todo mis expectativas. Me gustaba Windows hasta la llegada de Windows 8, y aunque el diseño de macOS me atraía, nunca me sentí completamente cómodo con su flujo de trabajo en el teclado. Quería algo que realmente se sintiera mío, pero ni Windows ni macOS me ofrecían eso.
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Todo comenzó personalizando Windows
Antes de descubrir Linux, intenté personalizar Windows de todas las formas posibles. Utilicé plataformas como Rainmeter, temas personalizados y hasta Stardock’s Object Desktop para modificar la interfaz de Windows. Aunque visualmente lograba cambios interesantes, bajo la nueva apariencia seguía siendo el mismo Windows de siempre.
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Un día, mientras navegaba por YouTube, vi un video de alguien que había transformado Ubuntu para que se viera como macOS. Ese video captó mi atención y me llevó por un camino de descubrimiento de Linux y sus infinitas posibilidades de personalización.
Mi primer Intento de reemplazar Windows
Comencé con Ubuntu, siguiendo un tutorial para hacer que se pareciera a macOS. Incluso logré ajustar los atajos de teclado para que coincidieran con mi experiencia en Windows. Sin embargo, a pesar de todas las opciones de personalización de GNOME, me resultaba un poco limitado y me daba la sensación de estar trabajando en un sistema "anticuado".
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Después de Ubuntu, probé Elementary OS, que tenía un diseño muy similar a macOS, pero nuevamente, la falta de opciones de personalización me hizo abandonar. Pasé por muchas otras distribuciones basadas en Debian, como Linux Mint, Pop!_OS, y Deepin, pero ninguna parecía satisfacer por completo mis necesidades.
Reviviendo viejas Laptops con Linux
Durante este proceso, comencé a probar distribuciones ligeras de Linux en laptops antiguas que tenía en casa. Probé casi todas las distros "ligeras" que existen: Puppy Linux, MX Linux, Linux Lite y AntiX. Muchas funcionaron sorprendentemente bien en equipos antiguos, pero el mayor problema era la conectividad Wi-Fi. Sin embargo, Puppy Linux destacó por su excelente soporte de hardware.
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Entendiendo mis necesidades
A medida que avanzaba, me di cuenta de que no existía una distribución perfecta. Tenía que dejar de abordar el distro-hopping como un niño en una tienda de caramelos y empezar a establecer prioridades claras.
Estas fueron las conclusiones a las que llegué:
- No quería una interfaz anticuada: Las distribuciones con entornos de escritorio como XFCE no me convencían estéticamente.
- No quería problemas de compatibilidad de hardware: Distribuciones ligeras a menudo fallaban en reconocer algunos dispositivos.
- No necesitaba las últimas actualizaciones o paquetes: Para mí, la estabilidad era más importante que tener las versiones más recientes de software.
Por otro lado, decidí que necesitaba lo siguiente:
- Un entorno de escritorio moderno y personalizable.
- Soporte a largo plazo y la estabilidad de Ubuntu.
- Atajos de teclado similares a Windows, que son fáciles de configurar en casi cualquier distribución.
Cómo encontré mi distribución ideal
Con estas prioridades en mente, finalmente pude encontrar mi distribución definitiva. Decidí probar Kubuntu, la versión de Ubuntu con el entorno de escritorio KDE Plasma. La primera vez que lo instalé, lo personalicé con un tema llamado Edna, que emula la estética de macOS Big Sur, incluyendo iconos, decoraciones de ventanas y cursores.
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KDE me sorprendió con su enorme capacidad de personalización. Con herramientas como Kvantum Manager, pude ajustar cada aspecto de la interfaz, desde efectos hasta animaciones. Además, muchos de los atajos de teclado de Windows ya funcionaban en KDE Plasma, y los que no, los ajusté fácilmente con la herramienta Custom Shortcuts.
La clave para dejar de cambiar de distribuciones
Finalmente, comprendí que la clave para dejar de hacer distro-hopping era tener claro qué quería de mi experiencia con Linux antes de empezar a buscar. Kubuntu con KDE ofrece justo lo que necesitaba: un entorno moderno, personalización sin límites y la estabilidad de Ubuntu LTS. Al definir claramente mis prioridades, logré encontrar mi "distribución para siempre".